El original (Crédito: "Luces y sombras del ajedrez argentino"
Ajedrecista de alma, pero retirado hace más de dos décadas, comencé a leer un libro atrapante que me regaló su autor, Juan Sebastián Morgado: "Luces y sombras del ajedrez argentino". relata algunos datos del Che Guevara, el match radiofónico Argentina-España con el apoyo de Juan Domingo Perón y Francisco Franco, entre otros capítulos. Y también transcribe un "aguafuerte porteña" que Roberto Arlt escribió para el diario El Mundo el 11 de diciembre de 1931 pero que no fue incluido en su libro "Aguafuertes porteñas" Lo comparto para una lectura de regocijo, se llama
"Grandes broncas ajedrecísticas":
Esta
ha sido la semana de las grandes broncas ajedrecísticas en el Club
Argentino de ajedrez. Primero saltó entre Pleci y Fenoglio. Una vez
que Fenoglio, disputándole el títulode campeón a Pleci, comprobó
que había perdido, lo puso de oro y azul a Isaías. Lo notable
consiste en que el reportaje que le hicieron a ambos iba en dos
recuadros de columna. Naturalmente, el ganador dijo perlas de
Fenoglio: que era un caballero y que daba gusto jugar con un
caballero. Fenoglio, trinando, por el contrario, afirmó que Pleci
era el más fenomenal granuja que había pisado el Club Argentinoy
otras lindezas por el estilo, que a Pleci lo deben haberdejado
sonriendo y satisfecho.
Como
si no fuera suficiente lo que Fenoglio dijo y dejó de decir, Grau se
adjuntó a Fenoglio y suavemente agregó que él el año pasado
también había sido víctima de las tronguerías de Pleci, pero que
no se quejó porque no le parecía correcto. Lo cual, en términos
comunes, es echarle aceite al fuego o vinagre a la ensalada.
Lynch,
un gran caballero,, parece que en el momento oprotuno lo distrajo a
Villegas, y el gran Villegas perdió la tercerea partida. Demás está
decir que si Lynch es un gran caballero, también Villegas lo es; de
manera que no pasó nada, como no ser la prohibición que le hizo
Villegas a Pepe, el conserje del club, de que transmitiera las
jugadas de los aficionados”. !La chica del 17¡ ¿En qué consisten
estas broncas, distracciones oportunas, etc? Veamos. Por ejemplo,
Fenoglio lo acusa a Pleci de haberse puesto anoche a canturrear La
chica del 17, mientras él meditaba arduamente una jugada. Asevera
que la melodía entonada sotto voce por el magnánimo Pleci lo
conturbó en tal forma que al fin no daba pie con bola ni jaque con
mate. Además, acusa a Pleci de haber ido cuarenta veces por hora al
cuarto de baño, perturbando así sus elucubraciones ajedrecísticas.
Lo sindica como maniático del ventilador, pues unas veces lo ponía
en marcha y otras lo detenía, agregando estos horribles comentarios:
-Tengo
frío. Hace calor. Brrrr.
Mas
lo que indigna a Fenoglio es haber perdido una partida debido a la
contumacia de Pleci en canturrear La chica del 17. Sostiene que ante
un tribunal de honor, Pleci debía ser descalificado, pues no se
puede tolerar que un jugador oficie de tonadillera, mientras otro
busca en los recovecos de su caletre una solución que le permita
salir con honra del pantano ajedrecístico. Sin contar, según
Fenoglio, el crimen de Pleci: echar cenizas de cigarillo en el
tablero, volcar café y convertir la mesa en un chiquero indecente.
!Portela
y Villegas¡ Alacranes bien informados me han pasado otro dato
respecto a los tongueros del Club Argentino. Por ejemplo, Portela.
Portela es un jugador que emplea una habilidad demoníaca en distraer
a sus adversarios. Procede al revés de Pleci. Pleci irrita a su
adversario. Portela, no: lo colma de atenciones. Al final son tantas
las atenciones que el adversario termina en perder la paciencia, y
con ella el don misteriosísimo para nosotros los profanos de
combinar jugadas. ¿Qué es lo que hace Portela? Portela espera un
rato prudente, luego lo mira a su adversario y le dice:
-Querido,
¿no querés tomar un café?
O
sino:
-Estimado
compañero, ¿no quiere usted fumar?
O
sino:
-Distinguido
correligionario, no está molesto con esa corriente de aire?
O
variado:
-¿Le
molesta la luz?
Lo
grave es que el sutil Portela insinúa amables advertencias siempre
que anda en la mala, y también siempre que husmea a su adversario en
camino de aplastarlo con una jugada endiablada. Y como sobre un
ofrecimiento cortés acumula uno y otro, al final el adversario no
sabe a quien atender: si a Portela o al tablero. Con ello pierde
tiempo, y su atención sse desvía del objeto escencial.
A
tal punto llega la astucia de Portela que una noche en que estaba
empeñado en una partida con el gran Villegas, al ver que no tenía
escapatoria posible, se desmayó sobre el tablero. Según las malas
lenguas, este desvanecimiento de Portela fue simulado, pero el
sobresalto que se llevó el gran Villegas motivó que la partida se
declarara tablas.
Comprueba
uno así que no es puro ajedrez, y que aún en las más abstractas
competencias la vanidad del hombre interviene para corregir los
desaciertos de la suerte. No sólo se trampea en los naipes, no sólo
se tonguea en el ring, pero sí en todo juego el más débil o el más
astuto, trata de inclinar las posibilidades de triunfo hacia él por
medios que nada tienen que ver con los utilizados en su obtención.
Lo cual hace que nosotros, los que no conocemos absolutamente nada de
ajedrez, nos sintamos divertidos con broncas suscitadas por inocentes
razones.
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