Jugué al ajedrez en mi adolescencia, llegué a primera categoría en el Círculo de Villa Ballester y en la Federación Metropolitana, enseñé a niños en escuelas, fuí árbitro y además periodista del juego ciencia. Pero todo eso fue hace mucho: tres décadas. Aunque las vueltas de la vida me devolvieron al tablero y ahora estoy a full. Tanto que me hice amigo entrañable de la página ChessBase.
Mi hijo de 8 años, Tomi, pidió que le enseñara a mover los trebejos hace unos años. No le picó el bichito del ajedrez en ese momento pero sí un par de años más tarde. Comenzó a ir a la escuelita del Club de Villa del Parque y empezó a incursionar en los torneos escolares de la Ciudad de Buenos Aires. Entonces fluyeron los momentos inolvidables, fui mirando algunas partidas y resolviendo algunos problemas de táctica y a conocer que, tras 23 años de ausencia, la tecnología había cruzado la frontera de lo creíble.
Tras pasar 17 días en terapia intensiva en 2013, para mí, volver a mover las piezas resultó saludable. Por eso este año me animé a jugar algunos torneos de padres que acompañan a sus hijos a los torneos pero también uno oficial: la semifinal del Campeonato Argentino Amateur: terminé invicto y pasé a la final que se jugará en diciembre. Todo un logro. ¿Cómo se mantienen las ideas en el cerebro luego de tanto tiempo sin ser utilizadas? ¿La memoria no tiene límites?, son algunas de las preguntas que me hago constantemente cuando miro partidas en la base de datos de Chessbase y recuerdo alguna que otra jugada de mi etapa anterior. Claro que ahora puedo resolver problemas online, ver a los grandes maestros desplegando su juego en directo o, simplemente, jugando con un rival que no conozco y está a miles de kilómetros de mi ordenador. Si hasta resuelvo algún problema y un maestro, en forma interactiva, me felicita!!!
Por eso digo que ChessBase es mi gran amigo y me está acompañando en este camino de regreso, que para mí más que una exigencia es un disfrute. Además me hace volver al túnel del tiempo cuando pude entrevistar, para el diario Clarín, a Karpov, Kasparov, Anand, Judit Polgar, Topalov, Kamsky y sigue la lista. Aún recuerdo cuando le pregunté al gran Garry: "¿Quién es mejor, el Kasparov que da charlas a las empresas o el jugador de ajedrez?" y él, suelto de cuerpo me respondió: "En el ajedrez, después de Dios vengo yo".
Aprender a buscar en la base de datos de ChessBase, ver videos sobre aperturas como si estuviera mirando una serie de TV, resulta, para mí, algo inigualable si lo comparo con aquellos años juveniles en los que teníamos que buscar novedades en los libros que llegaban desde Europa y cuyo acceso era difícil de alcanzar. Aunque, para ser sinceros, en estos días también leo algún que otro libro de ajedrez. Nunca viene mal! Y mi nuevo amigo, no se enoja.
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